viernes, 18 de febrero de 2011

PULL MY DAISY by Víctor Marchán.


Suena David Amram mientras aporreo el teclado. Hoy las palabras no terminan de salir y las frases se esparcen densamente sobre el papel.
Y es que no me encuentro bien; lo achaco al almuerzo de esta mañana.
Si quieres un consejo: no dejes nunca entrar a Burroughs en tu cocina, lo dejará todo patas arriba y tendrás ardor de estómago al menos durante dos semanas. Aún no sé bien cómo me dio por abrirle cuando llamó a mi puerta una noche, de madrugada, vestido con un ajado traje manchado de barro y una raída maleta por todo equipaje. Pero era el amigo de un amigo, no podía dejarle en la calle. Ahora vive bajo mi fregadero y sólo sale de ahí para pedirme tabaco o cuando huele a café recién hecho.
No le cobro alquiler.
Me aparto del teclado un instante, el justo para encender un cigarro y darle una primera calada que inunde mis pulmones. Releo lo escrito y el humo que expulso se me antoja menos denso que el texto.
Es entonces cuando, a mi espada, oigo reír a Bukowski. Desheredado de su propia generación (llegó tarde por tomar una última copa), también terminó aquí. Aunque él no llamó a la puerta y, directamente, se coló por una ventana.
«Así que quieres ser escritor, ¿eh?», me pregunta con sarcasmo.
Y me planteo mandarlo a pasar una temporada junto a Burroughs, bajo el fregadero. Pero no puedo; él llegó antes… y tiene sus privilegios.



Víctor Marchán

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